martes, 12 de mayo de 2015

¿El lector posible de "Los rituales de la tristeza"?


Por Gerardo de la Rosa

Escribir es siempre un acto de fe (ustedes disculpen la similitud con Miguel Ángel Cornejo), reza el dicho que se ha popularizado en redes sociales. Eso ya es una especie de creencia sagrada. Escribir es el resultado de una fe, ¿cuál? La del lector. Se tiene fe a que el texto sea leído, sea ojeado y en el mejor de los casos sea comprendido. Ya Octavio Paz resaltaba esa complicidad entre el poema y el lector. Para que un poema sea en su naturaleza requiere del dialogo o comunión con quien pueda leer dicho mensaje. Así todas las cosas: son en cuanto entran en contacto con lo otro. En consecuencia, escribir es tener fe en que alguien (el otro si queremos) pueda leer lo escrito. ¿Y después? La comprensión del texto es la otra parte medular para el poema. Unos versos dicen o no dicen algo. Causan o no un sacudimiento en quien lee. Eso se debe principalmente al trabajo del poeta. Si el poeta rebasa su condición terrenal para lograr un dialogo con lo divino, con lo que está más allá del entendimiento, puede surgir un gran poema. De antemano sabemos que se requieren dos cosas para el poema: inteligencia y emoción. La primera aporta el saber cómo decir; y el segundo qué decir. Siempre será gratificante como lector (posible) que en un poema confluyan ambos elementos; más aún, en todo un libro de poemas. En la tradición poética mexicana, la poeta por antonomasia es Sor Juan Inés de la Cruz. Luego, sobresalen algunas poetas como Dolores Castro, Elsa Cross, Enriqueta Ochoa, Margarita Michelena, Thelma Nava, entre otras. En la poesía casi contemporánea (aunque el término suene a cliché) están por ejemplo, Malva Flores, Isolda Dosamantes, Marta Favila, entre otras (y conste que no cito otros nombres nomás para no alargar esta presentación, que bueno, igual se me escapan por ahora). En esta poesía reciente, desde luego que podemos incluir a la poeta Adriana Tafoya. Adriana Tafoya, en su más reciente libro, Los rituales de la tristeza, ofrece una prueba de lo que he mencionado líneas arriba. ¿Que qué hay de novedoso en su poemario? Veamos. La poesía escrita por mujeres suele caer una postura feminista, cuando no superficial o con temas que van de lo meloso a los improperios. En este libro no hay nada de eso, quizá el título ya nos da cuenta de ello. Los rituales de la tristeza no evoca al tema amoroso en la mejor de las acepciones. Nos habla más bien de algo triste y de un ritual para esa tristeza. Sin embargo, allí está el truco. Sin duda todo el libro nos deja un buen sabor de boca. Hay poemas con alto sentido humano. Otros son osados y nos dejan ver a un sujeto lírico duro, feroz, profeta, adivinador de males (en lo personal esa parte del libro me causa más placer, porque deja ver un estado de ánimo más íntimo de la poeta). Algunos poemas funcionan como normas para hacer tal o cual cosa. Todos los poemas están hechos para disfrutarse, comprenderse y para cambiar algo en nosotros como lectores. De eso es capaz el libro. Todo esto, en un primer momento, respondería a la pregunta ¿por qué leer Los rituales de la tristeza? Si eso no convence, les propongo otra manera: leer los poemas disfrutando el simple hecho de la lectura. Creo que allí comienza todo. Así lo hice, como un lector que no sabe de nada (y en efecto, no sé nada), buscando sólo el sabor de la lectura en voz alta, en voz baja. Después de todo uno se preguntará al final ¿Qué hay en estos poemas? No son poemas de amor claramente, no habla del desamor ni menos de la muerte. La tristeza casi no es percibida como tal, pero sí está en el libro, de principio a fin. ¿Entonces, por qué el título Los rituales de la tristeza? En lo personal, puedo invitarlos a que lo lean y lo descubran. Yo ya lo hice. Descubrí que sí habla del amor, del desamor, del tiempo sobre los amantes, del acto carnal, de las injusticias de la vida, de la humildad del ser humano, del odio, de la profetización, del amor mal pagado, y sobre todo de la tristeza que en todo lo anterior existe. Finalmente, ustedes que pueden leer, leánlo.

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