domingo, 10 de enero de 2021

Sobre "Sangrías" de Adriana Tafoya

 

Por Raúl Renán

La fuerza o contundencia de este libro Sangrías, de Adriana Tafoya, está marcada desde el primer poema Sanguíneas I. El poema en cuestión es un verdadero epígrafe, por que contiene lo que trata, lo que consanguíneamente resuelven todos y cada uno de sus 18 poemas componentes. Familia breve, si se quiere, pero sangrante. No deja cielo sin herida, es una gran metáfora que le da “una especie de eternidad al estilo”, según dice Proust a propósito de Flaubert. En Sangrías la autora le confiere esa cualidad. Todo es sangre, aunque “decolorida”, la que fluye las heridas que trasiegan al libro. Esas metáforas internas que dan cuerpo a los versos nos elevan a un nivel de emoción; anhelo supremo de la poesía. Adriana Tafoya se une aquí a una tendencia que le es favorable, el “yo pancreator”, la primerísima persona, “apago la luz / mis ojos se mueren / con el zumbido de un pájaro / que me traga / que me esparce”, la que habla, la que escribe, la que da de sí con intensidad, sin reticencias, poemas cuyo fuero interior nos somete, nos hace sus convictos. Sabe que no es posible guarecerse “de los cantos del dolor” por el abandono, condición humana quebradiza, declarado así en el poema de ese nombre. La voz aquí emitida es un testimonio de humanidad desde el yo profundo “canto de mis entrañas”, dice poderosa Adriana Tafoya. Este libro urge a nuestro yo lector desvalido. 


Mayo de 2008

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