miércoles, 5 de febrero de 2014

Inteligencia emocional e imaginación en "Malicia para niños" de Adriana Tafoya

Por Alejandro Campos Oliver 




Cualquiera puede ponerse furioso […] eso es fácil. 
Pero estar furioso con la persona correcta, 
en la intensidad correcta, en el momento correcto, 
por el motivo correcto, y de la forma correcta… eso no es fácil
Aristóteles


Cuando de niño los maestros tacharon de inepto a Einstein para las matemáticas, él se imaginaba con frecuencia montado en un rayo, alcanzando la velocidad de la luz. Fue gracias a esa imaginación que pudo crear su fórmula E=mc2. 

En su Teoría de la relatividad, Einstein afirma: “la imaginación es más importante que el conocimiento, porque mientras el conocimiento marca todo lo que está ahí, la imaginación apunta a todo lo que va a estar”.

Hoy quisiera compartir algunos conceptos de inteligencia emocional (IE) desde el medio o la posibilidad de la poesía con el pretexto concreto de un reciente libro de una de las poetas, editoras y gestoras culturales con mayor trabajo persistente en nuestro país: Adriana Tafoya y su estrenado poemario Malicia para niños (Versodestierro, 2012), librito que me cautivó desde que lo tuve en mis manos y que he releído al menos unas cinco veces.

¿Conocen casos de alumnos inteligentes que no son exitosos? ¿Por qué creen que algunas personas son más aptas para superar problemas personales? ¿Consideran que el no saber controlar ciertas emociones puede arruinar carreras profesionales? ¿Creen que la poesía tiene alguna utilidad? ¿Cuándo de poesía se trata en la escuela deja espacio a la captación intuitiva o sólo se queda en un ejercicio racional interpretativo? ¿Se puede dar poesía como una vía insustituible de abrirnos a la “dimensión del ser”?

En varios de estos problemas el coeficiente intelectual o la educación enciclopédica no sirvieron de mucho. Hoy vengo a pensar en voz alta con ustedes algunas ideas de la poesía y su valor en la construcción de la inteligencia emocional.

Tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos del otro, tolerar las presiones y frustraciones, aprender a trabajar en equipo, desarrollar una actitud empática y social son cualidades y habilidades que nos dan mayores oportunidades de crecimiento personal y profesional. Este tipo de asuntos son parte de la inteligencia emocional y hoy quiero mostrarles el camino de la poesía, como un medio para desarrollar esta susodicha inteligencia emocional.

Hoy sabemos que coeficiente intelectual (CI) contribuye con apenas un 20% de nuestro éxito o realización profesional en la vida, el 80% restante es el resultado de la inteligencia emocional, que incluye factores como la habilidad de auto motivación, la persistencia, autodominio o control de los impulsos, la regulación del humor, la empatía, estas habilidades para la vida permiten potenciar el crecimiento intelectual.

Justo la colección “Mi primer Bakunín” de Versodestierro ofrece un “intrépido viaje” para quien le “gusta pensar en cosas diferentes, con las cuales puedes resolver laberintos y ver otros mundos para jugar”. Los editores conciben que la poesía es una herramienta “para que nuestra realidad sea más clara y la inteligencia esté de nuestro lado cada día”. 

Malicia para niños es un poemario integrado por quince poemas de corta extensión.

El poema “El juguete de la inteligencia” muestra la pasión de Tafoya por el ajedrez, dado que ustedes no lo saben, debo comentarles que Adriana Tafoya fue de las pocas personas convidadas a la Fiesta Internacional de Ajedrez de la UNAM 2010, donde Garry Kasparov y Anatoly Karpov, grandes maestros del ajedrez, se enfrentaron en partidas simultáneas a 26 rivales, a quienes despacharon en menos de una hora, pero de todas las personalidades invitadas, incluidas el ex rector de la UAEM, René Santoveña Arredondo, Adriana Tafoya fue quien más resistió los embates, nada amigables, del ex campeón del mundo, Kasparov.

Adriana sabe que las niñas que juegan ajedrez o los niños que juegan damas chinas, desarrollan más confianza en sí mismos, así como enfoque, paciencia, habilidades de pensamiento lógico, imaginación, habilidad para resolver problemas, agilidad, resistencia mental y memoria espacial.

Por eso nos invita a jugar “con la burbuja del cerebro” a buscar los “rompecabezas poéticos” o con “un cubo de rubik” y cierra categórica su poema que insiste en el juego con la imaginación: “Con inteligencia / todo basurero es un tesoro”.

Pero ¿qué es la inteligencia? De todos los conceptos que hay de inteligencia, justo me gusta recordar el de Howard Gardner, quien la concibe como “el potencial biopsicológico para procesar información que le proporciona su cultura, para resolver problemas o para crear productos que tienen valor en una cultura determinada”.

Los poemas de Tafoya nos invitan a crear, a crear paisajes inéditos que cobran vida en caligramas, a crear juguetes o inventos, a vivir jugando creando realidades más asertivas, claras, directas, comunicando nuestras ideas y sentimientos sin herir o perjudicar, actuando con autoconfianza, en lugar de la emocionalidad limitante típica de la ansiedad, la culpa o la ira.

Los educadores sabemos cómo la imaginación está íntimamente ligada a la inteligencia. Sabemos que la mejor forma de aprender o aumentar nuestra inteligencia y no sólo en la primera fase de nuestra vida, es imaginando y jugando.

Los niños se desarrollan armoniosamente con el juego, pues éste es la expresión primigenia de las actividades humanas. Enseñanza sin juego no sólo es desdicha y zozobra, sino desarrollo físico, social e intelectual trunco. Malicia para niños no sólo es una lectura juguetona sino versos gráficos que nos invitan a jugar imaginando.

¡Qué mejor forma de educar la inteligencia lingüística, intrapersonal, interpersonal, emocional y social que con poesía! La inteligencia lingüística, la segunda más valorada por la vida escolar y académica, se desarrolla cuando un poeta o lector, ejercitando sus habilidades auditivas aprende escuchando o disfruta de las palabras, no sólo por su significado, sino también por su sonido y por las imágenes que evocan cuando se les reúne de una manera inusual.

Gracias a Rousseau los adultos dejaron de tratar al niño como adulto pequeño. Lo maestros que no han leído El Emilio olvidan unir imaginación con juego y se pierde así la esencia de la creatividad y al hacerlo no están permitiendo condiciones aptas para el futuro razonamiento. Construir, reinventar, poner toda su atención cuando “se juega” son los tabiques del saber humano. Es axiomático saber que “los niños no juegan con la intención de aprender, pero aprender jugando”.

El libro que hoy nos reúne es un claro ejemplo de cómo la poesía desarrolla la capacidad de reconocer nuestros sentimientos, primera habilidad necesaria de la IE. Dice el poema “violín de plástico”: “Estoy muy triste / el día está nublado / y los árboles lloran”. En otro poema “Reflexiones de un niño sobre la muerte (con caja de borrachitos)”, acota: “A pesar de mi tristeza / que bien lucía / mi abuelo dentro de su caja”.

El desarrollo de la empatía o la habilidad de reconocer la emoción de los otros, es otra habilidad necesaria en la IE, esta capacidad de sentir las emociones de los demás es la raíz del altruismo por ejemplo, y lo vemos en el poema “Juego de química mi alegría”: “Le pregunté a mamá: / en dónde enseñan a inventar / No me da respuesta / Mi mamá sólo sonríe / un poco melancólica”.

La habilidad de leer las reacciones del cuerpo o leer las emociones y sentimientos de las demás personas, está en el yo poético de la niña poeta en su poema “muñequito presidencial”: “pero yo sospecho / que no me obsequia uno / porque no le alcanza el dinero / para comprarlo”. O en “Licoritas”: “Qué dulce era mi abuelo / cuando se ponía borracho”.

La IE es la que nos permite sentir y al interactuar con la inteligencia racional, controla los impulsos, la motivación, la perseverancia, la empatía y sobre todo la autoconciencia.

¿Díganme sino la agresividad, el nerviosismo o inseguridad, la angustia, el estrés, la depresión, los trastornos alimenticios pueden o no vincularse a la falta del desarrollo de la inteligencia emocional?

La educación se ha focalizado por la mente racional y ha descuidado la mente que siente. La escuela no nos ha enseñado a sentir inteligentemente y a pensar emocionalmente porque tenemos escuelas despoetizadas. Y un maestro que no sabe que la poesía obra en sí mismo ensanchando los confines interiores, difícilmente podrá dedicar unos minutos a la lectura en voz alta de poesía.

Quienes no leen poesía no tienen vocabulario emocional, y quien no puede pronunciar su realidad interna, no puede transformarla. Y peor aún el pensamiento está constituido por palabras, así, una persona que posee pocas palabras piensa menos y comprende menos.

Los estudiantes con alto coeficiente emocional muestran buena autoestima, disposición a nuevas experiencias, con aceptación social, irradian paz y alegría a su alrededor. 

Por ello la primera habilidad de la IE es:

1. Conocer con precisión el nombre de la emoción (ponerle nombre correcto a la emoción experimentada: ej. No confundir vergüenza con pena o envidia con egoísmo)

2. Aprender a expresar los sentimientos

3. Reconocer las reacciones del cuerpo ante distintas emociones

4. Evaluar la intensidad de la emoción

5. Leer las emociones y sentimientos de las demás personas

6. Conocer la diferencia que hay entre sentir y actuar

7. Conocer el disparador de las emociones

Entonces la forma apropiada de expresar sentimientos y las emociones es: expresarlos con exactitud a la persona indicada, en el momento preciso y los más importante de la “mejor forma” (con asertividad).

Pero continuemos con los poemas de Adriana para seguir hablando de habilidades de IE:

En el poema “Dinosaurios” la niña poeta se enfrenta a todo un dilema religioso para llegar a la síntesis concluyente que entre Zeus, Jesús, Thor, Alá, entre otros, ella prefiere “los libros / de dinosaurios”.

Y ¡oh sí!, para quien lo dude, este pequeño poemario de treinta y dos páginas también tiene reflexiones filosóficas y preguntas retóricas: “Caja musical” nos pone en jaque con el paradigma mental del materialismo hedonista en que estamos imbuidos y nos hace reflexionar sobre si las personas valen por lo que tienen o por lo que son. Al final, el poder de la imaginación nos ofrece de nuevo una salida.

“Reflexiones de un niño sobre la muerte (con caja de borrachitos)” es de una belleza excepcional. El niño que se enfrenta al acabose de la existencia vital pero con toda verdad y sencillez, uno de los problemas más fuertes de la existencia humana, una situación altamente difícil afrontada con la pureza del ánimo que perdemos mientras más años se montan en nuestras espaldas.

La poeta no para de imaginar otras realidades posibles. Y justo eso es la poesía, jugar con la forma de la palabra, con su semántica y significante, y con la relación que tienen las palabras entre sí para ampliar sus horizontes o significados, dislocando la realidad.

Aquí la transferencia poética está regida por la conciencia lúdica, compartida entre el emisor y el receptor. Este libro nos enseña como la vida y sus diarias vicisitudes son el medio del que se valen niños y niñas para conocerse a sí mismos y al mundo de personas y cosas que les rodean. Y cómo se busca “ese algo más” que es el sentido poético, que no se descubre por la vía conceptual, sino por la captación intuitiva.

La captación intuitiva codifica el sentido poético (dimensión). El sentido poético nos provoca otras vivencias que son de naturaleza distinta a nuestra percepción práctica, cotidiana o científica, provocando una “ruptura” de nuestra forma usual de conocer, percibir y experimentar.

Su poema, “Cadaver exquisito” es el ejemplo por excelencia de este “sentido poético”, pues la poesía como anotaba, Percey Shelley, “La poesía rompe la maldición que nos ata y sujeta al accidente de las impresiones circundantes […] Reproduce el universo común del que somos porciones y perceptores y libra nuestra vida interior de la película de la familiaridad que nos oscurece la maravilla de nuestro ser”.

Así la poesía junto con la ciencia, la filosofía, la religión es una de las aperturas del hombre al misterio del ser.

Malicia para niños, no sólo brinda una degustación estética para los no párvulos o infantes, es una lectura altamente gráfica, que como la buena poesía para niños, nació para ser escuchada, resiste varios niveles de lectura a pesar de su aparente sencillez, sus corpus poético está dotado de una consistente identidad estilística desde el versolibrismo que se zafa de la correspondencia y adquiere una propia musicalidad y es por lo tanto, una excelente pieza literaria para que su autora ahora también entre con el pie derecho, a los terrenos de la literatura infantil.









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