Por Esaú Corona
Malicia para niños, escrito por Adriana Tafoya, es un libro que el niño interior esperaba
desde hace mucho tiempo, es decir, que el niño que fui y vive todavía, hubiera
deseado tener en sus manos. Compuesto esencialmente por dos poemas, Juguetes
del diario y Reflexiones de un niño sobre la muerte (con caja de borrachitos),
el libro se va mostrando, revelando hondos secretos acerca de la imaginación,
secretos que ofrecen una llave para abrir la puerta hacia un mundo verdadero, a
temprana edad y aun siendo adulto.
En su primera parte, el tema aborda
la desmitificación de los prejuicios que impone la educación. Verso tras verso,
la poeta va mostrándole al niño la vía para romper los muros de las mentiras
que existen acerca de la infancia. Propone un juego para cuestionar el valor de
lo que se considera verdadero, de lo que se considera infantil, sin menospreciar la capacidad del niño para
comprender que su libertad radica en creer y no creer, en crear la vida y en no
aceptar los cuentos de hadas que mienten al definir los deseos y los sueños
infantiles. No sin nostalgia, el niño va comprendiendo que su inteligencia y su
capacidad creativa le constituyen y le vuelven infinito.
En la segunda parte, la poeta
presenta de manera verdadera un tema que es considerado tabú por la educación
familiar: la muerte. En la infancia se padece la privación de cualquier tipo de
reflexión acerca de este tema, se pretende alejar cualquier idea respecto a él
y se presenta únicamente con una connotación negativa y aberrante. En Malicia para niños se desmiente este
tema como algo negativo y se invita al niño a jugar con la idea de la muerte y
sus símbolos, se le compara a esta con una golosina, y se le encajona y desencajona,
se le envuelve y desenvuelve como se hace con un regalo o una sorpresa. “Qué
bueno era mi abuelito cuando estaba borracho, un ataúd para dulces, pudo ser su
caja” escribe la poeta, quien revela en estas líneas una sagaz impronta para
remontarse a sus años infantiles y revivirlos a través de la imagen de un
abuelo muerto. dentro de una caja de borrachitos, esos dulces que para muchos
fueron nuestro primer acercamiento al aroma del licor.
Mientras otros poemarios infantiles
pretenden acercarse a los niños, con temas como “el pollito”, “el perrito”, “el
gatito”. Adriana Tafoya, sin subestimar la inteligencia de la edad temprana,
despliega un entramado de símbolos que cualquier niño ávido de conciencia podrá
comprender, intuir, degustar, como una golosina o como un juguete.
Más allá de la aportación a la
apertura educacional que nos ofrece este libro, es, principalmente, un
acercamiento a la poesía misma. La autora nos presenta la poesía como un
juguete de mil formas, como a un universo que nunca se acaba. El caligrama,
recurso utilizado para abrir y cerrar este pequeño poemario, se presenta de
manera inteligente. Solazar, poema
que da final infinito al libro, es un ejemplo claro de lo que sucede a lo largo
de todo el poemario: la poesía es un acertijo, un universo de posibilidades, la
puerta de salida hacia un inagotable y multiforme tangram de palabras.
Para terminar, Malicia para niños es
una gran herencia, la herencia del sí, del más allá, del infinito. Es un libro
que nunca termina y que todo padre que ame la conciencia debe proporcionar a su
hijo, como un hermoso juguete para el presente y para el futuro.
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